Silencios Estereofónicos

¡Siempre joven, Rod Stewart!

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

 

Félix Morriña


Aún recuerdo la pesada llave de torrente, casi marítima, sobre mi entonces corpus de bailarín de danza contemporánea, saliendo de bomberos de Tlalnepantla y Naucalpan, frente al majestuoso y desaparecido “belo cinema” Apolo Satélite, donde en esa taquilla logré comprar, como pase al cielo (¡o mi futuro aceptable infierno!), nuestros boletos para el concierto de Rod Stewart en Querétaro en 1989.


Se imaginan a las autoridades municipales mexiquenses tratar de controlar a la masa de jóvenes que no alcanzaron boleto de todas las clases sociales y gustos tan diversos, que hasta punks había en la fila; todos deseosos de ver al primer artista de talla internacional en vivo y en directo, fuera de la capital del país.

 

Estábamos por entrar a una nueva era de conciertos masivos en México, tras la moralista dictadura mexicana, aquella que creía que el rock provocaría una revolución de conciencias a escalas inimaginables en su sistema político. Hoy sabemos que el rock es parte de la canasta básica.


Tenía el vigor del vástago, del futuro hombre de conciencia que dedica estas palabras, no sólo a su memoria, ni a Rod Stewart, sino a la de cada una de las féminas que me han dado oportunidad de ser y estar, gracias a la música del maese escocés amante del futbol y el autor de memorables piezas como “I Don’t Want to Talk About It”, “Do Ya Think I’m Sexy”, “Sailing”, “Maggie May”, “Young Turks”, “Hot Legs”, “The First Cut Is The Deepest”, “Passion”, “Baby Jane”, “Tonight’s The Night”, “Stay With Me”, “Have I Told You Lately” y la que da título a esta columna, por el simple hecho de seguir vivo: “Forever Young”.


En 1989 vi por vez primera, en vivo y en directo a Rod Stewart en el majestuoso Estadio Corregidora de Querétaro; después ya vinieron varias ocasiones en el Auditorio Nacional y otros espacios del interior de la República, pero en todos, en cada uno de los conciertos del cantante de 78 años, el público ve siempre a un artista en el sentido estricto de la palabra: show con toda la parafernalia escénica de un rockstar; elegancia, buen gusto, mucha sensualidad; una producción musical inigualable con ejecutantes de lo más selecto del orbe, y un hombre, ¡carallo!, con capacidades envidiables para su edad, que nos hacen pensar que sus contemporáneos podemos dar mucho, pero mucho más, si nos cuidamos como debe.


Regresaré al Palacio de los Deportes, el próximo viernes 28 de abril del 2023 para volver a ver a las 21 horas a Rod Stewart. Volveré a mi amada, adorada #CDMX ¡donde nací, pero ya no pertenezco! Debo prepararme para ello, como lo hice durante tres incansables, pero nutridas décadas de envidiable melomanía. En el Palacio de los Deportes he vivido en todo ese tiempo, memorables e inolvidables conciertos, por lo que, en esta ocasión, no será tan distinto y ajeno a mis viejos tiempos. Volveré a ver a mis viejos cómplices, compañeros de viaje y amigos del gremio periodístico con los que me hice, me formé y con los que no he convivido tras la pandemia. Escucharé de nuevo a alguien que me ha acompañado en mi soundtrack sentimental y seguro me fortalecerá: Rod Stewart.


El maestro me sacará del ostracismo musical de conciertos en vivo, tras 30 años de hacerlo, prácticamente como en gira de la presentación de un disco en turno: ¡día tras día!, sin familia, sentimentalmente varado, y con muchas oportunidades frente tuyo con las afables y disponibles “grouppies”, pero harto de estar lejos de casa, de tu cama; lejos de tu estudio íntimo sentimental para escribir o dibujar incrédulos futuros; con ganas de correr para abrazar al ser amado. Ha llegado el tiempo de volver a moverse, a reinventarse, de lograrlo todo.

 

¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

 

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