Recordando a Mercedes Sosa
Félix Morriña/Foto cortesía
Hace un año, la intérprete de música folclórica y representante social argentina estuvo en México para interpretar el contenido de su disco “Al despertar”. Ahora vuelve para ofrecer un concierto el 12 de mayo en el Teatro Metropólitan y una minigira por el interior de la República.
En esta cuarta entrega de la compilación de columnas, entrevistas y reportajes para un libro digital e impreso, el periodista Félix Morriña, retoma la entrevista que le hiciera vía telefónica a una de las más grandes cantantes de habla hispana que haya dado el Cono sur, Mercedes Sosa. Salió publicada el jueves 27 de abril del año 2000 en la sección de Cultura de Milenio Diario.
¡Que la disfruten, tanto como yo!
Nació un 9 de julio de 1935. A los quince años se inició en el canto, y años más tarde se convirtió en una buena bailarina, de danza autóctona y mestiza, que se convirtió en profesora y exponente a nivel nacional. Según sus biógrafos, grabó su primer álbum, “Canciones con fundamento”, en 1965. A partir de ahí, las grabaciones en solitario o con algún grupo de compositores destacados han sido múltiples.
También ha producido homenajes
–Atahualpa Yupanqui y Víctor Jara, por mencionar sólo a dos de los más importantes–, entre otras participaciones con tendencias políticas y sociales. Desde Argentina, vía telefónica, Mercedes Sosa charla con Milenio Diario.
—Hace un año usted estaba mal, muy mal de salud, se decía que era por problemas personales, por depresión. ¿Cómo sigue y qué fue lo que pasó?
No fue exactamente hace un año, fue en 1997-98 cuando enfermé, y el año pasado mejoré al grado de que hice una gira por México, lugar donde me la paso bien. En esa ocasión estuve en el Auditorio Nacional y después con Charly García en el Zócalo; luego fui a recibir el pasaporte de la Unicef. Antes de estar cinco meses en la cama. Bueno, se puede decir que estoy bien y que sigo adelante.
–Usted ha cantado con y para varios de los más importantes compositores contemporáneos latinoamericanos, desde Víctor Jara hasta Charly García, ¿cómo ha sido trabajar con ellos? ¿Cómo es su sistema de trabajo?
Mi sistema de trabajo es tan eficiente que me ha hecho viajar incansablemente. Recién llego de una gira por Tel Aviv, Israel, con Teresa Parodi, León Gieco y Alejandro Lerner, quienes estuvimos cantando por espacio de tres horas en un teatro maravilloso. Después fuimos a Jerusalén y dos lugares más. Yo elijo con quién trabajo; en este caso ellos son cantantes y compositores extraordinarios, además de León Gieco, Alejandro Lerner y Teresa Parodi, están Charly García, Fito Páez, Antonio Tarrago Ros y Milton Nascimento, entre muchos otros con los que he tenido la oportunidad de trabajar.
Los escojo con base en la calidad musical y literaria. Cada uno de los mencionados las tiene. Muchos pensarán que los escojo con base en una postura sociopolítica, y no es cierto. En esencia, me interesa la música, que es lo que funciona en mí.
Por otro lado, acabo de escoger un trabajo especial: una elegía de Hackman, con poesía de Gelman, que grabé recientemente, dónde sólo hago música con la garganta y sin letra. Todo lo estudié de memoria porque tuve que grabarla con los códigos de la música concreta. Por lo tanto, la música es primordial para mí, aunque la letra también es importante.
Retomando el asunto de lo sociopolítico, por ejemplo, a Charly García poco le importa este asunto, sus canciones están en otra frecuencia y nivel. Él es, sencillamente, un músico extraordinario que está metido en la onda de rock. Otro ejemplo, Alejandro Lerner, de quien he cantado sus canciones desde hace muchos años y a todo pulmón, está en la onda pop; y así con otros, cuyos idiomas –el griego, el portugués (que no lo hablo tan bien) y el francés (que lo intento)— hacen pensar que no sólo hago este tipo de música con consignas políticas.
–¿Podría hablarnos de su exilio durante la dictadura argentina?, ¿a qué se debió?
Sencillamente a que yo era de izquierda, estaba comprometida a fondo con el partido. Aunque puedo decir que, en aquel entonces, nunca estuve directamente metida con la gente, cabeza con cabeza, porque me dedicaba al canto, y en ese momento mis canciones tenían un color social muy definido como hasta ahora, sólo que hoy ya no se ven ni se interpretan igual que antes, pero conservan su toque. En sí, no soy una cantante militante activa. En el exilio viví en España, pasé por México –donde grabé en 1973—, luego regresé a España y, posteriormente, me fui a París. Al final del camino uno es de donde es, pese a tener casa en otro lado. Desde que en 1984 regresé a mi país, ese último rincón del mundo, viajo incesantemente para dar a conocer mi trabajo, pero siempre vuelvo contenta a mi patria.
–¿Cómo ve la situación de la música popular en Argentina y, de paso, en los pueblos de América Latina?
Bueno, actualmente en la Argentina hay un grupo que se llama Los Nocheros que hace una muy buena labor. Son cantantes extraordinarios, profesionales con voces bellísimas y con algo de folclore, pero guardan algo del estilo de Silvio Rodríguez. Es indudable que ha cambiado la manera de componer de los compositores folclóricos, ahora son más agresivos en la parte literaria, en las cosas del amor –gracias a los jóvenes que están metidos en esto y que tienen mucha fama, ya que llenan estadios o al menos los lugares donde se presentan. Con eso quiero decir que el folclor tiene muy buena aceptación en los pueblos latinoamericanos.
Los Nocheros acaban de recibir dos premios –yo vengo de recibir uno, antenoche, el Gardel de Oro— por su nuevo disco. Es algo maravilloso. Además de estos muchachos está Luciano Pereyra, un jovencito que empezó con el folclor chacarero y luego se pasó a la onda romántica— así lo veo yo.
–Hace más de tres décadas usted se desempeñó en su nación como maestra de danzas regionales, ¿existe alguien que continúe con esa labor de conservar las tradiciones como usted lo hizo?
Para empezar, eso fue hace mucho tiempo, mucho antes del que usted señala. Lo cierto es que yo sé cómo debe cantarse una canción de corte dancístico, étnico, ritualístico, porque por años lo hice, y lo llevé a cabo dentro de un ambiente difícil en la Argentina. Lo ensayé por espacio de tres años y después perdí contacto directo, pero sí tengo al menos una idea de lo que está pasando en ese terreno.
–Hablemos de su reciente disco, “Al despertar”, ¿quién hizo la portadilla y qué representa?
No sé quién la hizo, seguramente tendré que preguntarle a la casa disquera. Cada vez que viajo y veo esa portada de un ranchito o un casa abandonada en la nada, me enternezco, quizá tenga que ver con lo que yo sentía en ese momento, cuando estaba muy enferma y que al recuperarme lo grabé. Tenía tantos deseos de grabar que en un día quedaron nueve canciones hechas de las 17 incluidas. Todas representan ese negro periodo. Eso ya pertenece al pasado.
–Finalmente, llegado el momento del retiro, ¿cómo le gustaría ser recordada?
¿Quién está pensando en mi retiro? Yo al menos no estoy en eso, porque tengo una gira que cumplir hasta el 2001, con lo cual me doy por agradecida, ya que son muchas fechas por territorios lejanos donde canto lo que yo sé, pese a que en esos lugares no entienden directamente el idioma, pero sí el lenguaje del sentimiento.
Recuerda: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos.