Brilla Porter en la Feria y Festival Cultural del Alfeñique
Elizabeth Jacobo
La noche del viernes en Toluca se tornó un ritual de luz, sonido y memoria con la llegada de Porter. En el marco del Festival Alfeñique Rock —en el cálido entorno del estacionamiento del Mercado Juárez que reunió a más de 20 mil asistentes— la banda tapatía desplegó un repertorio que navegó entre nostalgia, experimentación y auténtico pulso indie.
Los primeros acordes de “América” detonaron el silencio expectante del público y, con ello, marcaron el inicio de una velada que parecía diseñada para trascender. Las luces cálidas emergieron, la ovación se extendió por toda la explanada, convirtiéndose en un suave estruendo que anticipaba lo que vendría.
Porter ofreció una conjunción impecable de guitarras atmosféricas, sintetizadores envolventes y percusiones urgentes. En canciones como “Pájaros”, “Host of a Ghost”, “Rincón Yucateco”, “Cachito de Galaxia” y “Espiral”, construyeron un arco que recorrió lo íntimo, lo cósmico y lo ancestral.

La ambientación visual —luces estroboscópicas, proyecciones abstractas, efectos de sonido tridimensionales— envolvió al público en una atmósfera hipnótica, casi ritual: como si el Mercado Juárez dejara de ser mero recinto para convertirse en el templo de una experiencia colectiva.
Desde temprano, familias, grupos de amigos y parejas fueron ocupando su lugar frente al escenario, buscando la mejor vista. Entre risas y aplausos, algunos asistentes confesaron: “Somos Godínez y treintañeros, pero ya llegamos, aunque sea tarde”. Esa mezcla generacional —los que crecieron con la banda, los que la descubren ahora— le dio a la noche una profundidad emocional extra.
En un momento entrañable, el vocalista David Velasco se dirigió directamente al público:
“Estamos muy contentos de presentarnos esta noche en Toluca, gracias por recibirnos así. Los queremos mucho, en pocos lugares nos reciben así.”
Originaria de Guadalajara, Porter es una de las bandas más significativas del indie mexicano, y desde su formación en 2004, construyó una identidad sonora que mezcla lo experimental, lo pop, lo atmosférico, siempre con guiños al sonido nacional. Su presencia en festivales de alto perfil, su resurgimiento tras pausa y su evolución artística los convierten en un referente para varias generaciones.
Porter dejó un eco persistente que no terminó con la última nota: las luces, los gritos del público, los abrazos, las selfies, todo quedó suspendido en una atmósfera que parecía prolongarse más allá del evento.

Este concierto no solo fue un show más: enmarcado en el contexto de una feria que celebra el Día de Muertos, arte, tradición y música confluyeron de modo poderoso. Porter aportó la vertiente sonora contemporánea —la de una banda que lleva décadas transitando entre lo artesanal y lo exploratorio— y Toluca les respondió con entusiasmo claro.
Porter demostró que su relevancia no radica únicamente en la nostalgia, sino en su capacidad de reinventarse, de ofrecer experiencias en vivo que combinan sonido, imagen, emoción y comunidad. Esa noche en Toluca fue un capítulo más en su historia —una historia sin fin, si se quiere—, y el público se volvió testigo y participante. Quedó la promesa, tácita pero sentida: volverán, y en Toluca ya los esperan de nuevo.




