Silencios Estereofónicos

Una vanguardia electrónica que se convirtió en producto

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

  • Catalogado como el mayor exponente de la música electrónica, el neoyorquino Richard Melville Hall no se considera un músico atado a una sola corriente, ni un filósofo que busque cambiar el mundo, sino un instrumento del movimiento cultural que satisface necesidades.

Félix Morriña

Su #ServibaryAmigo #DandyperoPunk #ElCinicoMayor Félix Morriña, (re)inicia el recorrido por su historia periodística cultural, la cual abarca poco más de tres décadas, con la entrevista con Moby, la cual fue publicada el jueves 2 de noviembre del año 2000, en la sección de Cultura de Milenio Diario. Por razones varias, más por el azar, empezamos con este singular artista, justo durante su primera vista a México. Las publicaciones que en adelante se lean por estas vías de comunicación del siglo XXI, se verán reflejadas en un libro impreso y digital de próxima aparición.

Con antecedentes musicales jazzístico, clásicos y rockeros, el versátil instrumentista Richard Melville Hall decidió incursionar hace una década en el difícil terreno de la música electrónica bajo el nombre de Moby. Su mejor herramienta era la creatividad. Después de una gran cantidad de sencillos colocados en las listas de popularidad estadounidenses, compilaciones y seis álbumes grabados de manera individual, el músico neoyorquino considera que es necesario mantener la atención de sus millones de seguidores en el mundo con productos que les proporcionen bienestar mental y espiritual.

Con motivo de su primera visita a México, dentro del Aca World Sound Festival –que inicia hoy por la noche en Acapulco–, Moby habla desde Atlanta, Estados Unidos, sobre su desempeño como artista de la vanguardia musical del nuevo milenio, su postura ante el negocio en el que está involucrado y su actuación en tierra mexicanas.

Foto cortesía

–Hace una década que la música electrónica tomó el mando de la industria internacional. Desde su perspectiva, ¿cuál es la propuesta de este género catalogado de impersonal y banal?

Cuando decidí involucrarme en la música electrónica a comienzos de la década pasada, ésta era ignorada por escuchas escépticos y los críticos la tildaban de música banal sin forma y fondo. De hecho, pasaba desde la época dorada del ‘techno’, a mediados de los años ochenta. Por otro lado, para mí estar lidiando con los medios de comunicación masiva es una total pérdida de tiempo, pero son un mal necesario. Después los críticos musicales se dieron cuenta de la importancia que tiene el movimiento electrónico a nivel social y los diferentes estados anímicos en los que te puede situar.

La música hecha con sintetizadores e instrumentos tradicionales de otros ritmos y géneros, provoca en el subconsciente colectivo una actitud positiva, de bienestar y da una perspectiva distinta a la cotidianidad. La música fue vital para la unificación de la Europa del Este después de la caída del Muro de Berlín. El resto ya es consecuencia de otros factores como la política.

–Usted estudió filosofía, ¿de qué parte para describir la decadencia humana?

Bueno, el hecho de que haya estudiado filosofía en Nueva York no necesariamente me coloca como el estudioso de la sociedad en la que vivo. Soy una persona común y corriente que disfruta de hacer música y ésta me permite vivir con ello. Cuando comencé en el ‘underground’ con una banda de punk, y luego en proyectos que fusionaban sonidos de jazz, del soul, del rock duro y contestatario, me sentía igual como ahora, que soy una especie de ‘technostar’. La esencia está en trabajar con disciplina cualquier proyecto planeado.

En cuanto a mi punto de vista musical para describir el comportamiento del ser humano, puedo decir que algunos sonidos le representarán la decadencia de una manera agradable, mientras que, a otros, tal vez les signifique consumir cantidades enormes de cocaína y mucho sexo. Todo eso depende de cómo la gente acepte su realidad, su contexto y distinga las diferencias entre cada propuesta.

–¿Cómo es su proceso de creación y cómo logra trabajar con artistas de disciplinas tan distintas a la suya?

Algunas interacciones han sido gratas, como trabajar como productor de Beastie Boys y The Prodigy, que entiendan más mi concepto musical. Al resto los respeto, cumplo con mi parte, y en ocasiones, aprendo de su visión del negocio. Realmente disfruto más trabajar en el estudio personal que construí en mi casa de Manhattan: ahí toco todos los instrumentos, compongo y estructuro mis discos y giras bajo un plan inicial. Los voy modificando conforme a mis necesidades creativas. De todos mis discos –“Moby” (Instintic, 1992); “Ambient” (Instintic, 1993); “Everything Is Wrong” (Elektra/Asylum, 1995); “The End of Everything Rare: The Collected B-Sides” (Trophy, 1997); “Animal Rights” (Elektra, 1997) y “I Like to Score” (Elektra, 1997)–, el más completo es el reciente, llamado “Play” (V2/Sum Records, 1999). En este álbum logro el eclecticismo ideal para resumir mis diez años dentro de este género que está cambiando la forma de ver y escuchar la música y, obvio, el que más dinero me ha dado.

Antes de “Play”, Moby era un delimitado proyecto, con un fin definido, tanto mental como artísticamente hablando. Ahora es un producto que conjuga los diferentes estilos y estados de ánimo, con todas las orientaciones artísticas empleadas a lo largo de mi historia musical.

Recuerda: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

fmorrina@yahoo.com.mx

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