Silencios Estereofónicos

Breves y crudas historias de un Cervantino en transición

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

Tropezando camino entre pedregozas calles cervantinescas buscando pronta respuesta a la cachetada con guante blanco recibida como nunca antes en un Festival Internacional Cervantino (FIC), tras la puesta de Oliver Frljic:¡Maldito sea el traidor a su patria!”, de la compañía eslovena Teatro Mladinsko y lo único que alcanzo a manifestar es que no hay nación sobre la tierra que escape del racismo, la limpieza étnica, la migración y la firme intención del dominio político, económico, social y cultural de una nación sobre otra.

Como pocas veces se ha visto en la actualidad en México, el teatro transgresor de Eslovenia, así como el de las otras naciones que conformaron lo que se llamó Yugoslavia, entiéndase Macedonia, Bosnia, Herzegovina, Croacia y Montenegro, se sustenta en que su teatro es el eje motriz cultural comunicante para contar sus desgracias de una manera vanguardista, sencilla, directa, pero contundente cual violento mazazo sobre todo tu ser. ¡La verdad, no esperaba una madriza de este tamaño! ¡Muchos nudos en la garganta por tanto desprecio por la humanidad!

Cuando leo en el programa de mano que el “Teatro Mlandisko de Liubliana” es una compañía comprometida con su realidad, la que se arriesga a cuestionar, y pone los puntos sobre la íes a propósito de las problemáticas que aquejan a la región donde habitan (Los Balcanes), y la historia de guerra en la que la ex Yugoslavia se vio involucrada”, el párrafo se queda corto, porque en esta excelente severa crítica sociopolítica, desde una puesta en escena, donde se cuenta la desaparición de una nación que muchos vimos en un mapamundi en el siglo XX, y que tras la muerte, en 1980, del mariscal Josip Broz Tito, se vio inmersa en una terrible transición, que hoy día, no termina de concretarse, y la identidad se pone a prueba todo el tiempo de manera arbitraria.

La compañía teatral eslovena utiliza mínimos pero efectivos recursos escénicos, es decir, pocas luces, instrumentos musicales propios de la mortuoria, como festiva música balcánica; histrionismo actoral y un excelente discurso político, convertido en la principal herramienta de la obra de teatro, suficientes para dejar al espectador al filo de la butaca, máxime si el elenco se dio a la tarea de encarar durante la función al respetable, diciéndoles con insultos que nosotros, los mexicanos, no somos la panacea, ni escapamos de la violencia hacia nuestra propia raza, ni sabemos resolver ningún conflicto y que somos, incluso, peores en muchos sentidos a ellos.

El humor negro en esta compañía teatral es primordial y uno de los pasajes que más gustaron fue la “pasarela de moda”, donde los actores utilizaban la bandera de Eslovenia como principal atuendo, así como el loquito que se la pasa matando a balazos a todos aquellos que considera no tienen sangre eslovena, por lo que el grito constante de “¡Maldito sea el traidor a su patria!”, es la consigna a seguir.

Teatro Mladinsko, “¡Maldito sea el traidor a su patria!”

Todavía no me recuperaba de la impresión transgresora de Teatro Mlandisko de la tarde del viernes 19 de octubre en el Teatro Principal, cuando tuve que regresar al día siguiente al mismo recinto para ver otra puesta, esta vez de Bosnia y Herzegovina, la sofisticada compañía Scene MESS de András Urbán, un director de teatro casi de media centuria (como este #DandyperoPunk), que vivió la guerra de la desaparición de Yugoslavia, y para quién “buena parte de la mejor literatura, la mejor dramaturgia, la mejor pintura y la mejor música de los artistas eslavos está dedicada al anhelo y el rechazo de ser europeos, a la indignación histórica de los lazos que los unen o los separan de la civilización griega y sus múltiples ramificaciones territoriales, lingüísticas, culturales, ideológicas. Por ello la pregunta de Laszlo Vegel, Bojana Vidosavljavic y András Urbán (integrantes de la compañía), desde el texto, la dramaturgia y la puesta en escena, es histórica: ¿Qué es Europa? ¿Un sueño o una pesadilla? Más bien una trampa, es su respuesta”.
¿Se imaginan ver sobre el escenario lo que se puede llamar una banda de punk rock eslovenio, bosnio y herzegovino, cuyos músicos son también los protagonistas de una obra de teatro que narra, no sólo la desaparición de Yugoslavia como nación, sino también si pertenecen a un continente o a otro, desapareciendo los límites imaginarios de la identidad? En “¿Qué es Europa? Un ritual de guerra”, hay música punk, violencia extrema, derramamiento de sangre, intenso discurso político, consignas por ser de una parte y terminar en otra, traducida en migración o exilio, distopía y/o utopía. Es una obra que muchos, miles de mexicanos, deberían observar para que vean de qué lado masca la iguana en materia de propuestas escénicas, y dejar de ser y hacer proyectos de pésima calidad o de bajo nivel y presupuesto.

El maestro Fernando de Ita resume la obra: “En suma, es un espectáculo sólo en el sentido expresivo de la palabra, porque la música y la puesta en escena condensan una crítica feroz a la perdida de la profunda identidad del ser humano en aras de la globalización. Los recursos de la puesta en escena son brutales, esto es: sucios, descarnados, directos, incómodos. Justo lo que pasa en México, un país en el que, sin la guerra que asoló a los Balcanes, hay más violencia, más crimen, más impunidad y cientos de miles más de muertos que en Sarajevo”.
Cabe destacar que el país invitado de manera oficial del XLVI Festival Internacional Cervantino es la India, pero esta nación de la ex Yugoslavia, se llevó las palmas como si fueran los estelares, al menos en términos teatrales:

Mucho se ha vivido en esta edición 46 de la “Fiesta del Espíritu” desde Guanajuato, pero no puedo dejar de mencionar los gratos apoyos, no sólo de los organizadores y personal detrás de cada sitio donde he tenido que transitar, sino de la propia gente nativa, su hospitalidad, pero nada como las atenciones de mi hermano Rafael Montero Pineda, su familia y amigos en común; así como la grata compañía de la hermosa bailarina de Bollywood, Kate Asmara, quien me auxilió desde el primer día de mi estancia en tierras del bajío mexicano. ¡Salud hermosa por esos años de conocernos!

Mucho por narrar también hay, pero el tiempo y espacio apremian, al grado de que ya debo empacar para regresar a tierras cervantinas para estar los últimos cuatro días y contarles todo lo que se pueda queridos lectores de mis #SilenciosEstereofonicos; así como mi equipo creativo de la Art Factory Gallery; mi adorada Chrissie Hynde del altiplano mexiquense (dale mis cariños al “bebeso”); mis nuevos queridos y bienvenidos adeptos y todos los que me han apoyado para estar en esta aventura anual desde hace dos décadas, en la que el caluroso clima con peculiares helados ventarrones de la histórica Guanajuato, me hacen esa entidad forte, cual piano y voz en plena ópera, para continuar viviendo el sueño de los justos en plena tierra.
Antes de despedir esta entrega, quiero compartirles dos videos de lo mejor del bel canto programado en el XLVI Festival Internacional Cervantino (FIC). Ambos elencos estuvieron en el bellísimo Teatro Juárez de Guanajuato, justo donde bebí cada noche dos whiskies en las rocas antes de sumergirme en las voces de dos sopranos, no sólo hermosas y talentosas, sino disímbolas entre sí y con trayectorias envidiables: la estadounidense Nadine Sierra y la italiana Arianna Vendittelli. ¡Que las disfruten!

La hermosa soprano estadounidense Nadine Sierra canta “Caro Nome” de la ópera “Rigoletto” de Giuseppe Verdi:

Los franceses Les Musiciens du Louvre presentaron el programa “Crudel, tiranno Amor” en el majestuoso Teatro Juárez de Guanajuato, con la soprano Arianna Vendittelli:

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